Oda a la vida media

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Amanecer en una playa con nubes. Foto de Joshua Earle en Unsplash

Este es otro de estos artículos personales que no sé si escribo más para mí o para los demás, aunque espero que haya alguien que lo lea, se pueda ver identificado y le sirva.

Lo escribo unas pocas semanas después de cumplir 35 años y unas pocas horas antes de volver a empezar de cero. En una nueva empresa, nuevo sector, nuevas tecnologías y volviendo a empezar desde abajo después de unos años liderando equipos.

Haciendo balance de lo conseguido en estos 10 años trabajando me siento muy afortunado por la carrera profesional que he llevado. Pero también me doy cuenta de que una gran parte de este tiempo he vivido en cierta forma, como diría Freddie Mercury, bajo presión. Una presión que, pensando en frío y con la experiencia, me colocaba yo a mí mismo.

Creo que he fallado al manejar las expectativas y me he dejado llevar por ideas no del todo reales. Y esto me ha llevado a esta presión algo ridícula que no me ha dejado disfrutar del momento y de los logros conseguidos.

Comienzo de nuevo con la esperanza de no cometer los mismos errores y con el objetivo de hacer lo que debí hacer desde un principio, disfrutar de la vida media.

Under Pressure

Trabajar en el sector tecnológico es en muchos aspectos trabajar en un sector privilegiado. La tecnología y el software se han comido y siguen comiéndose el mundo. Pero eso puede hacer pensar que, si tú no te lo estás comiendo también, es que algo estás haciendo mal.

Si no has tenido una idea millonaria, tienes tu propia empresa, o estás trabajando para una de las FAANG. Si no estás viviendo en Silicon Valley o de nómada por el mundo mientras programas desde la piscina parece que algo falla. El éxito parece tan al alcance de la mano, sólo con un ordenador y pensar un poco, que no conseguirlo duele y obsesiona.

Las personas de nuestro entorno de fuera del sector seguramente no sepan decir a qué nos dedicamos, pero es probable que algún comentario de éstos te hayan soltado. Alguna historia de algún conocido que ha conseguido este “éxito”. Y, aunque en el momento parezca absurdo y no le des importancia, eso va calando y calando, afectando al día a día.

Parece una tontería, pero incluso siendo como soy, una personal del montón y viviendo tan lejos de Estados Unidos y su gran sueño americano, he sentido esta presión y perdido mucho sueño con estas ideas rondándome la cabeza.

Es el doble filo del sector. De nuestra situación privilegiada y la imagen distorsionada que nos suele llegar. Tenemos tantos casos de éxito que esa palabra se ha hecho muy grande y difícil de llenar. Tenemos tan cerca a grandes referentes que es muy fácil sentirte pequeño. Es muy fácil sentirte siempre insatisfecho. Tengas lo que tengas. Consigas lo que consigas.

El triángulo de hierro de la vida profesional

Muchas veces me viene a la memoria una conversación con mi amigo Álex mientras íbamos a comer desde el trabajo. Me explicaba que en el trabajo existe un triángulo de hierro formado por lo interesante que es el trabajo, las condiciones y la estabilidad. Puedes moverte dentro de este triángulo, acercarte a dos de estas tres características pero es imposible conseguir las tres. Debes aprender a vivir en este espacio intermedio. Y quererlo todo sólo es la receta para quemarte y no disfrutar de la vida.

Recuerdo revolverme un poco hacia esta idea, pensando que no era así, que se podía conseguir todo y no querer verlo era pecar de poco ambicioso. También recuerdo la presión por no conseguir resultados que en el fondo sabía eran imposibles. Por no lograr reconocimientos, mejoras, ascensos. Por dejar pasar procesos de selección que me convencía serían oportunidades únicas que estaba desaprovechando. Por no estar haciendo lo suficiente. Por no estar sacrificando lo necesario. Noches sin dormir dándole vueltas a todo esto.

Y según pasa el tiempo no puedo más que darle la razón a Álex. Durante mi carrera profesional he vivido dentro de este triángulo y se ha cumplido exactamente lo que me explicó. Los trabajos más interesantes fueron más bien precarios y con bajas condiciones. Los trabajos mejores distaron del concepto de interesante que tenía en la cabeza. Y el empeñarme en llegar a todo ha sido mi mayor fuente de frustración.

La realidad

Y siendo como decía del montón y sin renunciar a la forma de vida que he elegido y a mi familia, lo cierto es que he tenido una vida profesional que me hubiera costado imaginar en un principio.

He trabajado en proyectos muy bonitos. Sectores como la robótica, IOT, Inteligencia Artificial. Organismos como la OTAN y la Agencia Espacial Europea. Productos propios muy interesantes. He tenido grandes compañeros, personas a las que admiro mucho y de los que muchos de ellos se han convertido en amigos. He crecido y he aprendido mucho en el camino.

Pero pese a todo también he tenido muchas noches sin dormir, y he sentido esa presión que mencionaba de una manera casi constante. He vivido con la sensación de que se me estaba escapando algo. Que no estaba esforzándome lo suficiente. Que tenía que sacrificar más. He querido llegar a todo y me he quemado más de una vez, dejando de valorar lo que tenía en ese momento.

He fallado al menospreciar ese punto medio donde dijo Platón que está la virtud. Me he dejado engañar por los que equipararon la mediocridad, que hacía referencia a este punto medio, a lo malo o de poco mérito. He vivido queriendo siempre más y haciéndome siempre de menos, sin darme cuenta de lo bonito que hay en la vida media, y no quiero seguir así.

La realidad es que la gran mayoría de empresas no cambiarán el mundo. Que tu trabajo no marcará un hito en la historia. Que no te harás rico y famoso. Y no pasa nada.

Vuelta a empezar

Y vuelvo a empezar de cero, con muchas ganas e ilusión por vivir esta vida media. Con la intención de no cometer los mismos errores que en el pasado. Con ganas de estar en ese punto intermedio del triángulo. Sin presión, valorando lo que tengo y disfrutando de lo que consiga. Con ambición de mejorar y hacer grandes cosas, pero sin dejarme cegar por imposibles. Disfrutando del camino.

Lo que llegue llegará. Porque ahora sé que, consiga lo que consiga, si no disfruto en el proceso habré fracasado. Porque el éxito es ser feliz y vivir el camino.