El balance del 2020

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2020. Foto de Kelly Sikkema en Unsplash

Ya termina el día de Reyes y, como dirían en Juego de Tronos, aquí termina mi guardia y puedo hacer balance, con un poco de retraso, de este 2020 que hemos dejado atrás.

El año 2020 ha sido, como imagino que para muchos de vosotros, uno de los años más difíciles de mi vida. Aunque teniendo en cuenta las circunstancias tan excepcionales que hemos vivido, una pandemia global que ha afectado completamente a nuestra vida, lo raro es que hubiera sido todo normal y todo positivo.

El resumen del año

Ha sido un año muy duro para mí en lo personal. Ha habido de todo: muertes de personas queridas, sumado a la rabia de no poder estar cerca despidiendo y acompañando en el duelo a los míos, enfermedades y la preocupación por lo que pasaría, operaciones fallidas, problemas con el seguro médico, con mi antiguo alquiler, problemas familiares que no esperaba y que dejan cicatrices… Ha sido el año del todo mal, de intentar llegar a todo y no alcanzar nada, de sentirme mal padre, mala pareja, mal profesional… Ha sido el año de la desconcentración y en el que el concepto de “yo” casi se ha perdido por completo entre tantas otras cosas más urgentes o importantes. Ha sido un año que realmente ha puesto en jaque mi salud mental. Y aún así tengo que sentirme afortunado por cómo hemos salido, pues por desgracia habrá miles de situaciones mucho peores que la mía que no puedo llegar ni a imaginar.

Pero también ha sido el año en el que he podido estar más cerca que nunca de mi familia, compartiendo momentos que de otra forma me hubiera perdido, momentos muy especiales con mis hijos tan pequeños de 1 y 4 años. El año en el que el trabajo se ha conciliado de forma más natural con el resto de mi vida. El año que nos ha hecho plantearnos cosas que no nos hubiéramos planteado de otro modo y que espero nos haya servido para tomar mejores decisiones para el futuro.

Por ello quiero confiar en eso de que la memoria es selectiva y quedarme con lo bueno.

Lo bueno del 2020

Cambio de vida

La pandemia nos trajo un confinamiento duro en marzo donde fuimos más conscientes que nunca de la vida que habíamos elegido: la casa donde vivíamos, nuestros vecinos, el barrio, cómo estábamos educando a nuestros hijos. También trajo una incertidumbre en el futuro que nos llevo a replantearnos nuestra economía familiar, a la que habíamos puesto demasiada presión y que también era un factor que afectaba a nuestra familia. Todo ello nos llevo, como dice una canción de Izal, a buscar nuestro cambio de vida, de ritmo y maneras.

Nos habíamos mudado en septiembre de 2019 a un barrio a las afueras de Madrid. Optamos por un termino medio que creíamos nos ofrecía una vida mejor para nuestros hijos sin alejarnos demasiado, para seguir cerca de la familia y que siguiera siendo práctico para conciliar con nuestros trabajos. Pero ese termino medio no nos acababa de convencer. Habíamos perdido lo bueno de nuestro antiguo barrio más céntrico y seguíamos sin tener lo bueno de habernos alejado más de la ciudad.

Pasamos los pocos ratos libres que tuvimos en el confinamiento estricto viendo documentales de pueblos cerca de Madrid buscando otras opciones de vida. Al final nos decidimos y esperamos a que acabara el confinamiento para ponernos a buscar casa. En julio habíamos elegido y, tras un verano de gestiones con bancos, en septiembre nos mudamos a nuestra nueva casa un día antes de empezar el colegio. Un lugar más lejos de Madrid pero que no nos alejaba demasiado de la familia, cerca de la naturaleza, con opciones culturales, de deporte y en una comunidad más pequeña en la que poder participar (cuando nos dejen). Una vida más cercana, más familiar, donde espero que seamos todos felices.

Aún con el año que llevamos puedo decir que estoy muy contento con la decisión. Hemos disfrutado mucho de nuestro nuevo entorno, de los paseos por la naturaleza, del mayor espacio, de la vida más tranquila, y de lo poco que hemos podido aprovechar de la nueva zona. Quiero pensar que hemos tomado la decisión acertada, una decisión que dudo hubiéramos tomado si el 2020 no nos hubiera puesto contra las cuerdas, y que será un momento que recordemos el resto de nuestra vida como muy positivo y endulce la memoria de este año tan malo.

Cambio de trabajo

El 15 de enero del 2020 comenzaba una nueva etapa profesional. Dejaba atrás la que ha sido la etapa más bonita de mi carrera profesional en Amplía IIOT, donde había liderado un producto open-source del que me siento muy orgulloso, consiguiendo unos estándares de calidad muy altos que, más allá de las vanity metrics, nos había permitido desarrollar y desplegar rápido y con confianza en varios proyectos en los que habíamos salido a producción, cosa que con la solución anterior habría sido imposible. También mentoricé a las nuevas incorporaciones compartiendo el limitado conocimiento que tengo, tarea con la que disfrute igual o más que desarrollando el producto. Por esto y por estar rodeado de amigos y compañeros que, además de la calidad técnica, tenían una calidad humana increíble, fui tremendamente feliz, aprendí y crecí mucho.

Pero decidí salir de la zona de confort que me había ganado y en la que podía haber seguido muchos años. Lo hice porque se me presentaron oportunidades que me permitían dar un salto hacia adelante, me retaban y en donde estaba convencido podía seguir creciendo. Y me decidí por Liferay, para trabajar con compañeros a los que admiraba, que sabían mucho más que yo y con los que tenía unas ganas enormes de trabajar.

Lo hice en un momento en el que, como sabéis, no fue ni mucho menos el más adecuado. Muchos otras personas de nuestro sector hicieron lo mismo y por unos motivos u otros la decisión no salió nada bien. Decir que, a pesar de las circunstancias, todos mis compañeros me pusieron las cosas muy fáciles y que, si en los momentos difíciles las empresas y las personas demuestran cómo son realmente, Liferay ha demostrado con creces ser un sitio genial en el que trabajar.

Ha sido un año duro. Ha habido grandes retos que no entraban en mis planes en un primer momento y que han puesto al límite mis habilidades y conocimientos. Pero al fin y al cabo ese era el plan: aprender y crecer. Y aquí sigo aprendiendo y luchando por ponerme al nivel y sentirme completamente productivo (cosa que aún no he conseguido pero espero llegue pronto), entre unos compañeros a los que admiro aún más y de los que tengo muchísimo que aprender.

Participación en la comunidad

El año 2020 también me lo había planteado como el primero en el que me iba a centrar en aportar a la comunidad. Había tenido la gran suerte de que la primera vez que me atreví a mandar un Call 4 Paper a una conferencia me habían seleccionado e iba a poder estrenarme nada más y nada menos que en el T3chFest, lo que me hacía una ilusión tremenda.

Para intentar vencer al síndrome del impostor que sufría en esos momentos y que fuera el inicio de algo me abrí una nueva cuenta de Twitter para enfocarla de una manera más profesional, para poder compartir y participar con la comunidad de software, y me propuse crear un blog.

Debo reconocer que me costó cerrar mi antigua cuenta de Twitter, que utilizaba casi completamente de forma pasiva y con la que no aportaba ningún valor, pensando que iba a dejar 73 seguidores y tenía que empezar de 0… Absurdo lo sé, pero fue así. Me lancé y lo agradezco mucho, pues me ha servido para conocer personas geniales, interactuar con gente del sector a la que admiro, aprender mucho y vencer muchos miedos y complejos de expresar opiniones y compartir conocimientos. Quería haber conseguido más, no me voy a engañar, pero tampoco quiero desmerecer lo conseguido, lo cual no ha sido fácil, y espero que sea solo el inicio de ese cambio que buscaba.

También conseguí publicar mi blog. Aunque quedé lejos del objetivo que me había puesto de escribir 6 post en lo que quedaba de año, me sirvió para aprender muchísimo. Aprendí sobre dominios, hosting, flujos de despliegue de un sitio estático, HTML y CSS, de los que hacía muchísimos años que me había olvidado y de los que sólo toqué dos cosas en su momento, … Todo eso será la base para este año seguir adelante y ponerme nuevos objetivos con el blog.

Como sabéis, el T3chFest tuvo que cancelarse y con ello mi charla, pero también trajo cosas positivas: me preparé una charla con mucha ilusión, comprobé el trato exquisito de la organización, me lancé a participar en el Liferay Symposium Spain 2020 que disfrute mucho y a probar con otros C4P, aunque no saliera ninguno más. Ojalá en los T3chDays que se inauguraron hace un mes tenga la oportunidad de contaros parte de lo que quería contar y pueda compartir otros conocimientos y experiencias útiles en algún otro evento este año.

Por todo esto, este año ha sido bastante positivo en este aspecto. He vencido muchos miedos y derribado muchas barreras que espero me permitan seguir creciendo. Porque creo que una de las cosas más bonitas que tiene nuestro sector es la comunidad, porque uno de los momentos que siempre he disfrutado más es compartiendo lo que sé, porque me encanta poder interactuar con otras personas que admiro y que me hacen crecer con sus conocimientos y puntos de vista, y porque me gustaría ser una pequeñísima parte dentro de este nuestro pequeño mundo.

Conclusión

2020 ha sido un año de crisis: crisis mundial, crisis personal. Y en estas crisis sólo nos queda la esperanza de que consigamos salir mejores. Espero de corazón que así sea y pueda recordar este año que terminó como el inicio de muchas cosas positivas en el mundo y en mi vida.