El Cisne

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Logo del Cisne de la serie Perdidos

Recuerdo la primera vez que vi El Cisne. Abrir la escotilla y encontrar a un Desmond desesperado, cuya cara era la personificación de la locura. Recuerdo el protocolo: 4, 8, 15, 16, 23, 42 y presionar el botón. Ese protocolo que debía repetirse cada 108 minutos.

Recuerdo al principio sentirme fascinado por el protocolo, sin preguntarme demasiado el porqué. Recuerdo aprendérmelo de memoria y sentirme especial. Después de un tiempo, recuerdo pensar en ello y en lo que habría detrás, ¿qué justificación podía haber a ese protocolo tan aleatorio? Recuerdo mi reacción al conocer la respuesta: de no hacerlo, algo terrible pasaría. Recuerdo debatirme mentalmente entre el deber de seguir el protocolo ciegamente y la tentación de desafiarlo. Esa fue la primera vez que vi El Cisne, pero no sería la última.

Es curioso que la herramienta para seguir ese protocolo era un ordenador. Quizás los ordenadores nos llevan a este tipo de sinsentidos y desesperaciones. Y es que en los años que llevo trabajando he visto muchos “Cisnes”. Protocolos crípticos seguidos al pie de la letra, con justificaciones similares, realizados una y otra vez.

Nosotros, personas de ciencia, tenemos la superstición y los rituales mucho más cerca de lo que pensamos, formando parte de nuestro día a día. Y es por ello que debemos permanecer alerta, identificarlos y desafiarlos para poder progresar y seguir creciendo.

La Isla

Siendo mi serie favorita y la mejor de todos los tiempos me cuesta pensar que tenga que dar contexto pero, por si no has tenido la suerte de vivir esta maravillosa aventura y te preguntas de qué demonios hablo, comencemos desde el principio.

Imagina que decides cambiar de aires, dirigirte ilusionado a un nuevo destino, rodeado de personas desconocidas y, con suerte, algún compañero que ya conoces.

Imagina que, en contra de todo lo que imaginaste, la nueva aventura comienza con un accidente aéreo, una de esas catástrofes aéreas de las que hablé en algún otro post en el pasado. Y aterrizas en una isla en medio de fuegos, amenazas, personas desapareciendo y otras luchando por sobrevivir.

Imagina sentirte perdido, por no conocer este nuevo lugar y por no conocerte a ti mismo en este nuevo contexto. No saber cuál es tu objetivo, cuál es tu valor, qué puedes aportar o siquiera si vas a ser útil en este nuevo mundo que te rodea.

Es raro sentirte identificado con esta situación pero creo que todos la hemos vivido cuando hemos comenzado un nuevo trabajo.

El Cisne

Y poco a poco tu camino te llevará al cisne.

Comienzas a explorar la isla y a conocer a tus compañeros. A buscarte a ti mismo según las reglas de este nuevo lugar, el valor que puedes aportar y la relación con las personas de tu alrededor.

Intentas sobrevivir rodeado de misterios, sin entender nada de lo que pasa, mientras los demás parecen ocupados siguiendo sus propios intereses. Hasta que un día encuentras una escotilla y te obsesionas con ella, por lo que habrá al otro lado, pensando que esconderá el sentido que desde hace tiempo tratas de encontrar.

Y cuando por fin consigues abrirla, ves a la primera persona que parece entender qué está pasando, que tiene algunas respuestas y un objetivo claro que cumplir. Un protocolo que, aunque aún misterioso para ti, es fácil de ejecutar. Un protocolo que puedes seguir. Introducir 6 números en un ordenador, pulsar un botón y repetir cada 108 minutos. Por primera vez en este nuevo entorno te sientes capaz, útil, sientes que puedes aportar valor, y es un sentimiento muy reconfortante para rechazarlo.

Protocolos sencillos, fáciles de ejecutar y que nos dan la seguridad de que estamos haciendo bien nuestro trabajo. Hacer una y otra vez lo mismo aunque no entendamos bien qué estamos haciendo, por qué y cuáles son las implicaciones.

Procesos y supersticiones

Vivimos entre procesos y supersticiones. Solemos tener claro qué hacer pero no tanto el porqué. Y cuando preguntamos solemos encontrar respuestas como “aquí lo hacemos así”, “así dice la documentación”, “por si acaso”, “a mí me funcionó así”… Justificaciones dentro de vídeos de orientación que, tras una falsa seguridad, encierran más preguntas que respuestas.

Puede que sean instrucciones confusas para montar nuestro entorno de trabajo, pasos en nuestros pipelines que nadie recuerda qué hacían y pocos tienen el valor de cambiar, patrones en nuestro código que se copian y pegan sin saber muy bien porqué, documentos que debemos completar aunque nadie sepa si se siguen usando ni quién los usa, o incluso reuniones a las que acudimos sin tener claro su valor.

Comparten una sensación rara al ejecutarlos, ya que presentimos que estamos haciendo algo inútil. Pero al fin y al cabo estamos haciendo lo que se espera de nosotros y, por lo tanto, lo estamos haciendo bien. Y es difícil desafiar o deshacerse de algo que pensamos que estamos haciendo bien.

La verdad es que todo es susceptible de convertirse en un cisne cuando perdemos el conocimiento que hay detrás y el protocolo se traspasa y se va heredando sin entender qué lo sustenta y cuál fue el objetivo inicial.

La inercia y la rutina son cómplices y grandes causantes de estos cisnes, ya que nos hacen olvidar por qué empezamos a hacerlos y no nos dejan entender si los seguimos necesitando.

Hacernos preguntas y perseguir respuestas

Y tenemos que aprender a vivir en la isla. Entre cisnes y otras estaciones aún más misteriosas. Enfrentarnos a este lugar lleno de fenómenos inexplicables reconociendo que la única forma de avanzar es hacernos preguntas y no parar de buscar las respuestas, como hicimos todos los que amamos esta serie.

Aprender el poder de un “¿por qué?” y también la resistencia que puede causar en compañeros más inclinados a creer en la magia y más cómodos en ella. Vivir con la curiosidad feroz de querer entenderlo todo. No conformarnos con lo superficial y siempre buscar el conocimiento profundo. Comprender la necesidad de desafiar aquellas creencias aceptadas entre la tradición y la rutina para evitar los peligros que esconden detrás.

Debemos entender también que no todo es conocimiento “duro” y que hay otras habilidades en las que deberemos trabajar con la misma intensidad. Construir relaciones que nos permitan sobrevivir y, a poder ser, vivir y disfrutar de nuestra profesión. Colaborar para desentrañar los mayores misterios y no volver a caer en ellos. Comunicar para hacernos entender y convencer a otros. Compartir nuestro conocimiento para ayudar a los demás y evitar crear nuevos cisnes.

Este es el camino para el crecimiento profesional y personal. Comprender el mundo que nos rodea y encontrar las oportunidades para mejorar y ser más efectivos. No dejarnos llevar por el mundo mágico, la inercia y la rutina, siguiendo rituales sobre los que no entendemos el porqué.

Entornos seguros

Pero en esta isla no estamos solos y las personas que tengamos a nuestro alrededor y los que vinieron antes determinarán lo amenazante que parezca nuestro entorno.

La experiencia del Cisne pudo ser completamente diferente si quien lo construyó lo hubiera hecho buscando crear un entorno seguro. En el que se propicia tomar riesgos calculados, experimentar para obtener respuestas y perseguir el conocimiento. En donde cometer errores y aventurarnos en lo desconocido no supusiera un peligro de muerte.

Las empresas y personas en cargos de liderazgo tienen la responsabilidad de crear la cultura adecuada y el entorno seguro donde todas las personas puedan equivocarse sin ponerse en peligro ni sentirse amenazados. Todos debemos asumir cada error, propio o de otros, como una oportunidad de aprendizaje y mejora. Comunicar en este sentido y ser transparentes en los errores cometidos. Fomentar el pensamiento crítico. Animar a todos a cuestionar las prácticas y procesos existentes y recompensar la innovación. Ofrecer la formación para profundizar en nuestros conocimientos y tener más herramientas para entender nuestro entorno y desafíar los protocolos desactualizados o inefectivos. Evaluar y mejorar de manera continua nuestros procesos y herramientas.

Los errores son parte indispensable del aprendizaje y de la vida. Querer evitarlos significa paralizarnos, no avanzar, quedarnos en ese mundo mágico de rituales y supersticiones. Debemos tener el entorno propicio para cometer errores de manera controlada, minimizando los riesgos, que nos permitan desafiar, entender, ajustar nuestras acciones en base a nuestras experiencias y así continuar creciendo.

Conclusión

No será la última vez que visitemos la isla, que nos sintamos perdidos, que miremos a través de la escotilla preguntándonos qué hay al otro lado, que veamos un misterioso vídeo de orientación ni que dudemos si debemos pulsar el botón.

Pero debemos seguir preguntándonos, buscando respuestas, teniendo sed de conocimiento y alimentando nuestra curiosidad. Debemos seguir luchando contra los “cisnes” y supersticiones, desafiándolos y resolviendo los misterios que esconden detrás. Debemos colaborar unidos y trabajar en crear un entorno seguro para todos. Debemos darnos cuenta de que todos fuimos los otros para alguien y que la solución siempre se encuentra al ponernos todos en el mismo lado.

Debemos recordar que si hay una constante que nos permita anclarnos en el tiempo y disfrutar del presente, ésta debe ser el amor. El amor por seguir aprendiendo y creciendo personal y profesionalmente.