Tree shaking para la vida real

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Árbol en un prado verde y con cielo azul. Foto de niko photos en Unsplash

Desde hace un tiempo pienso que la vida es eso que pasa entre visitas al hospital. Eso que pasa mientras uno nace, enferma, visita a otros, los cuida, les da la bienvenida, les dice adiós y finalmente cuando es tú el que se marcha.

Estos momentos en el hospital son, sin duda, momentos duros, pero que curiosamente me transmiten una cierta calma y paz mental. Son instantes donde la vida te sacude y pone todo patas arriba, pero a la vez, aparta lo superfluo y te centra en lo esencial. Digo esto consciente de mi privilegio, de haber tenido las fuerzas para afrontar lo que la vida me ha presentado, y sin pretender establecer una verdad universal, sino solo compartir mi experiencia personal.

He llegado a valorar estos momentos. Me obligan a centrarme en el aquí y el ahora, aprendiendo de cada experiencia. Me permiten Olvidar las expectativas y el peso del mundo. Hacer un verdadero “tree shaking”, como cuando empaquetamos nuestro código, eliminando el peso muerto, las dependencias innecesarias. Y que caiga lo que tenga que caer y que se marche lo que se tenga que marchar.

Aunque he reflexionado mucho sobre esto, no llego a saber si es la sociedad actual, nuestro sector, mi experiencia personal, o mi propia personalidad (especialmente mi autoexigencia), pero he normalizado vivir a mil por hora y sin tiempo para nada. Llenarme de trabajo y de más responsabilidades de las que puedo atender, y sentirme mal cada vez que no llego. Rodearme de ruido. Sentir culpa por cada momento de descanso en el que no hago algo “productivo”. Intento evitarlo, pero la inercia me arrastra de vuelta una y otra vez.

Por eso, cuando de repente la vida me para en seco, puedo llegar a valorar de la sensación de frenar la inercia y apagar el piloto automático. De salir de esa realidad caótica y detenerme a pensar. Como cuando tienes un ruido constante del que no eres consciente hasta que, de pronto, cesa y te quedas en silencio, y te sientes en paz.

Estos son momentos para darme permiso: para fallar, para dejar pasar cosas, para no alcanzar esas expectativas imposibles de ser la mejor pareja, padre, empleado, compañero, manager, amigo o ciudadano… Me basta con hacer una sola cosa y hacerla bien (o a veces, ni siquiera eso). Son días de hablar conmigo mismo, aprovechando esas jornadas tan largas que prueban la relatividad del tiempo. Son días “ligeros” para reflexionar, mirar hacia dentro, reorganizar prioridades, eliminar imposiciones absurdas o ya obsoletas, y darme cuenta de lo que realmente valoro y quiero. De borrar lo urgente para quedarme solo con lo importante.

Son también momentos para soltar esas redes artificiales a las que dedicamos tanto tiempo y esfuerzo, y que en lugar de apoyarnos nos hunden con su peso, y apoyarme en las redes que de verdad cuentan, las que nos sujetan, nos ayudan, nos salvan. Momentos para olvidarme de las personas que te cargan de problemas y excusas, y recordar, en cambio, a esas personas maravillosas que en los momentos importantes, y sin necesidad de pedirlo, te dicen: “tranquilo, yo me ocupo”.

He llegado a apreciar estos momentos. De olvidar la prisa y adquirir la sabiduría del mago que dice que, cuando el objetivo es claro y verdaderamente importante, nunca llegarás pronto o tarde, sino cuando tengas que llegar. De abrazar ese concepto que tanto me gusta, pero tanto me cuesta, de “underpromise, overdeliver”. Aparcar mi tendencia a llegar a todo y contentar a todos. Dejar caer la autoexigencia por unos días y decirme a mí mismo que, en estas situaciones, lo que haga, a donde llegue, estará más que bien. Volver a aquello que realmente me ayuda, como descansar, leer, escribir o escuchar música. Y nada más.

Son momentos que, por suerte, pasan; pero igual pasa su sabiduría, esa sabiduría del trauma.

Espero que esta vez se mantenga el mayor tiempo posible. Poder salir de cada golpe más ligero, más fuerte, con más foco en lo importante. Acostumbrarme a hacer un “tree shaking” de manera continua: eliminar el peso muerto, las dependencias innecesarias. Y que caiga lo que tenga que caer y que se marche lo que se tenga que marchar.