
Desde hace un tiempo pienso que la vida es eso que pasa entre visitas al hospital. Eso que pasa mientras uno nace, enferma, visita a otros, los cuida, les da la bienvenida, les dice adiós y finalmente cuando es tú el que se marcha.
Estos momentos en el hospital son, sin duda, momentos duros, pero que curiosamente me transmiten una cierta calma y paz mental. Son instantes donde la vida te sacude y pone todo patas arriba, pero a la vez, aparta lo superfluo y te centra en lo esencial. Digo esto consciente de mi privilegio, de haber tenido las fuerzas para afrontar lo que la vida me ha presentado, y sin pretender establecer una verdad universal, sino solo compartir mi experiencia personal.
He llegado a valorar estos momentos. Me obligan a centrarme en el aquí y el ahora, aprendiendo de cada experiencia. Me permiten Olvidar las expectativas y el peso del mundo. Hacer un verdadero “tree shaking”, como cuando empaquetamos nuestro código, eliminando el peso muerto, las dependencias innecesarias. Y que caiga lo que tenga que caer y que se marche lo que se tenga que marchar.