Acabó un nuevo año y, aunque algo tarde, creo que es bueno hacer balance.
Hace poco reflexionaba, después de una reunión maratoniana de retrospectiva, de lo poderosas que son estas dinámicas para pararte a pensar. Para darte cuenta que no estás sólo con tus preocupaciones y deseos. Para dar perspectiva.
Los balances para mí, aunque en solitario, tienen el mismo efecto: darme el espacio para reflexionar y ganar perspectiva. Sobre lo malo, sobre lo bueno y sobre lo que quiero que pase de aquí en adelante.
2022 no ha sido un año fácil. Quizás por la edad que tengo ya se acabaron este tipo de años, o quizás siempre fueron difíciles pero no me paraba a pensarlo y me dedicaba más a disfrutarlos. La muerte de mi suegro, un accidente de tráfico que aún me remueve cuando pienso en él, enfermedades, la odisea que sigue siendo conciliar… También un cambio de trabajo con el que, siendo sinceros, no he encontrado lo que buscaba y con el que sigo luchando.
Pero también ha habido cosas positivas y quiero enfocarme en esto. Lo que más me ha aportado y me ha hecho feliz en este año 2022, y lo que espero del 2023.